Alegoría al Bicentenario

Alegoría al Bicentenario
Alegoria al Bicentenario: Grito de la libertad
"De medico y loco, todos tenemos un poco" Tal vez, de artista también. Al menos hoy en día, cuando es tan fácil acceder a cursos, materiales, etc. Y la verdad, dando una vueltita por las paginas de nuestros diarios, encontramos siempre alguna propuesta para visitar galerías, exposiciones individuales, colectivas, y nombres nuevos que surgen. Algunos quedan, otros desaparecen. Hace casi 20 años que me dedico a la pintura al oleo. Participe de algunas exposiciones, hice una individual, hace dos años, y bueno, ahora me decidí a entrar a ese mundo fascinante de los "bloggers". Mis motivos favoritos son los caballos y los paisajes, tanto del Paraguay, como también de otros lugares. De a poquito compartiré con ustedes mis obras. Siempre trato de que mis cuadros cuenten alguna historia, o sea, que no sean meramente decorativos.Quiero darle al espectador la posibilidad de adentrarse en un paisaje, sentir el sol caliente nuestro que se refleja en caminos arenosos,la sombra refrescante que brinda un viejo árbol al costado de un sendero en un campo abierto. Así que, : BIENVENIDOS A MI MUNDO

jueves, 10 de mayo de 2012

Ecos del Taller Literario Bilingüe




El Otoño

            Tímidamente el Guayaivi esta tiñendo su follaje verde oscuro con matices amarronados, casi de color herrumbre y el Kokú se viste de amarillo claro.  Son las primeras señales de nuestro otoño en Paraguay. En algunos patios y jardines, los crespones y los perales también se visten con su follaje otoñal, un poquito más colorido y vistoso. Están lejos de poder competir con la explosión de colores en otros países, como en Europa o en el sur de Argentina y Chile en esta época del año, pero sin embargo dan aquel toque de quietud, de pequeña muerte, a las frescas mañanas de Marzo.
 El equinoccio le da la bienvenida al otoño en nuestro hemisferio donde se conjuga con la Semana Santa. La naturaleza, que se cubre con velos de pasividad y de reposo, preparándose para el invierno, transmite ese sosiego a los humanos. Ya los calores del verano se han ido, el cielo, después de algunas lluvias, extiende su bóveda celeste con una nitidez infinita, alegrando los corazones y elevando el espíritu. Es Semana Santa: tiempo de reflexiones, vida en familia, reuniones alrededor del tatacua donde se dora la chipa y de donde el Día del Jueves Santo surge el suculento y tradicional asado de carne de cerdo; tradiciones otoñales de nuestra gente, porque el Viernes Santo nadie prende fuego, nadie habla en voz alta, nadie hace ni escucha música y los adultos reprenden a los chicos si estos hacen algún ruido cuando inocentemente se dedican a sus juegos de siempre.
 Hasta las tres de la tarde todo es silencio, un silencio otoñal, un silencio de Semana Santa…… bueno, así fue al menos hasta hace unas décadas atrás en nuestro país. Hoy por hoy, en vano el otoño trata de recordar a la gente que llega una época de descanso, que llega la Semana Santa, que llega un tiempo de reflexión y de quietud. Las fiestas del carnaval van hasta mucho más allá del Miércoles de Ceniza, las discotecas siguen funcionando, fiestas se siguen celebrando. Pasan los vehículos con monstruosos equipos de sonido, haciendo vibrar el diafragma de todo transeúnte, contaminando e interrumpiendo el silencio de la naturaleza de forma brutal e inhumana; o tal vez, sea justamente muy, pero muy humano. Ningún animal irracional se comportaría así.
La violencia con la cual se impone el ruido es despiadada, despiadada al igual que la propia gente. Nadie piensa en que tal vez a uno que otro le molesta lo que ellos llaman “música”.  Transitan con sus vehículos equipados con cajas, buffers y demás yerba frente a hospitales, recorren los barrios, se juntan en las estaciones de servicio; no respetan horarios, mucho menos Semana Santa. Y el otoño, que en otros tiempos resaltaba el silencio de la Pascua, queda visible y audible tan solo en el recuerdo de  algunos; aquellos que hoy sufren con el ruido violento que trae consigo el progreso, el desarrollo y  la democracia; porque hoy en día, por democracia se entiende que cada cual puede hacer lo que quiere y cuando quiere. Y las viejas tradiciones, la  celebración de la Semana Santa durante la quietud otoñal, no son más que quimeras del pasado. Ya no existen los “Temikuaa” de antaño que con su respeto a la naturaleza y el miramiento a las cosas, imponían la obediencia y el orden a los demás… y si es que en algún lugar aun se conservan con sus viejos códigos, el ajetreo y la agitación del mundo actual no les permite ni a ellos regocijarse con la calma que es propia de esta época del año. El bullicio y el fragor arrasan hasta con el propio otoño…………..



                                                                                               Janina Bradler

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