Alegoría al Bicentenario

Alegoría al Bicentenario
Alegoria al Bicentenario: Grito de la libertad
"De medico y loco, todos tenemos un poco" Tal vez, de artista también. Al menos hoy en día, cuando es tan fácil acceder a cursos, materiales, etc. Y la verdad, dando una vueltita por las paginas de nuestros diarios, encontramos siempre alguna propuesta para visitar galerías, exposiciones individuales, colectivas, y nombres nuevos que surgen. Algunos quedan, otros desaparecen. Hace casi 20 años que me dedico a la pintura al oleo. Participe de algunas exposiciones, hice una individual, hace dos años, y bueno, ahora me decidí a entrar a ese mundo fascinante de los "bloggers". Mis motivos favoritos son los caballos y los paisajes, tanto del Paraguay, como también de otros lugares. De a poquito compartiré con ustedes mis obras. Siempre trato de que mis cuadros cuenten alguna historia, o sea, que no sean meramente decorativos.Quiero darle al espectador la posibilidad de adentrarse en un paisaje, sentir el sol caliente nuestro que se refleja en caminos arenosos,la sombra refrescante que brinda un viejo árbol al costado de un sendero en un campo abierto. Así que, : BIENVENIDOS A MI MUNDO

sábado, 3 de agosto de 2013

Una historia que no es Historia

                Asunción, domingo, uno de Agosto del 2004. En Villa Elisa la familia Ortiz se estaba preparando para ir a visitar a una tía en el barrio Santísima Trinidad. Iban ir todos. Doña Manuela de Ortiz y su esposo Pedro discutían aun lo del almuerzo, cuando su yerno, Carlos, dijo que él se encargaría de eso, comprando algo de comida lista del supermercado grande. Su señora, Gloria, termino de peinar a la hija y dándole los últimos toques al moño del vestidito verde de la niña, se acordó de la fecha: ¡hoy era el uno de Agosto! El día del tradicional Carrulín. ¿Era el verde mate del vestido que le hizo recordar ese viejo clasicismo paraguayo? Ella no lo sabía, pero salió al jardín a buscar una ramita de ruda.
                -¡Mama!- le grito Gloria a Doña Manuela que ya estaba sentada en la camioneta. -¿Dónde está tu planta de ruda que siempre tenias aquí en ésta maceta? Quiero preparar el carrulin para llevarlo a lo de la tía; así lo tomamos todos juntos.-
                -No se mijita- dijo Doña Manuela bajándose de la camioneta. –Creo que se me secó. Pero podemos pedirle a mi vecina. ¡Qué suerte que te acordaste! Mira, que ni tu padre pensó en eso hoy.-
                Las dos mujeres salieron a la calle para ir a la casa de la vecina. Don Pedro y su yerno se encogieron de hombros, resignados a esperar. –Mujeres- murmuraron. Como si fuera que no podían comprar ruda por ahí… Pero si Gloria se había propuesto algo, no paraba antes de obtenerlo.  Así que, Don Pedro volvió a entrar a la casa para buscar la botella con caña que siempre estaba en el aparador del comedor. Estaba vacía. Bueno, comprarían una en el supermercado.
                Las mujeres volvieron, satisfechas con la ruda en mano. -¿Y la caña?- pregunto Gloria al marido. –Termino- respondió Carlos. –Pero no te preocupes, compro una botella en el super.-
                -No, no- dijo Gloria con vehemencia. –Voy aquí nomas a la despensa, quiero llevarlo pronto a lo de la tía.- Y a pesar de las protestas de los demás, agarro su bolso y volvió a salir. Tardo un montón, porque había mucha gente en el Almacén de Don Nicolás, y cuando por fin volvió con su botella de caña, ya eran casi las diez de la mañana. Gloria machaco la ruda en un morterito de palo santo mientras que su padre, rezongando, cortaba los limones. La niña y la abuela ya esperaban en la camioneta y Carlos les apuraba a su esposa y al suegro.
                -Vámonos ya, que tengo que comprar la comida de ida- dijo en tono impaciente. –Primero pasamos por lo de la tía- repuso Gloria rotundamente. –Tomamos todos el carrulin y luego nos vamos a buscar la comida.- ¿Cómo oponerse a tanta terquedad? Carlos suspiro y fue a ocupar su lugar detrás del volante.
                Por fin salieron. El transito era fluido y en poco tiempo llegaron a Santísima Trinidad. La tía los recibió sonriente: con seis copitas y una botella con carrulin. Entre risas y comentarios sobre el tiempo perdido en busca de ruda y caña, brindaron por la salud de todos, por los parientes y amigos lejanos. Carlos seguía de mal humor, apretujando por ir en busca de la comida porque se hacía tarde. –Todo por tu culpa Gloria- dijo enojado. –Y para mas, tu tía ya tenía preparado el famoso carrulin.- Gloria ni respondió. Conocía el mal genio de su marido y prefirió callar.
                -Traigan algo de pasta también- dijo la tía, –que allí lo preparan muy rico- entregándoles una fuente para la pasta y otro recipiente para el asado. Ella no quería los envases de plástico. Decía que le cambiaban el sabor a la comida.
                La nena también quiso ir;  por los postres y porque sabía que algo el papá le compraría. Ella sabia como manejar a su padre y siempre se salía con la suya.
                -Como le gusta a la gente quemar la basura- dijo Gloria indignada, subiendo la ventanilla del vehículo. -Deberían prohibirlo, es tan molesto.- Su esposo asintió.El humo se hacía cada vez más denso. Carlos, nervioso, tocó la bocina; había mucha gente en la calle y cada vez aumentaban. Corriendo, cruzando la calle sin mirar, gesticulando y gritando. ¿Algún accidente que aglomeraba a los curioso? Pero no, fue otra la razón por la cual cundió el pánico. ¡Era fuego!
  Cuando bajaron de la camioneta, el guardia de seguridad del supermercado cerraba las puertas de acceso. Grandes puertas de vidrio, pesadas, y por dentro, gente atrapada. Desde afuera las personas tiraban piedras, tratando de romper el vidrio. Pero éste resistía. Parecía que esas puertas, terribles aliados de la codicia del dueño de ese local, se burlaban de los gritos y de la desesperación.
                Gloria, Carlos y la niña quedaron atónitos frente a lo que sería la peor tragedia en Paraguay. Volvieron a lo de la tía como en trance. Nadie pensó ya en comer. Las mujeres se santiguaron, murmurando plegarias en voz baja y Gloria, muda, no podía dejar de mirar la botella con el carrulin que ella había preparado. Le parecía que a la botella le iban creciendo alas y que de a poco se transformaba en una tenue imagen de un ángel salvador. El fuego se había iniciado exactamente cuando ellos habían llegado a la casa de la tía. ¿Qué hubiera sido de ella, de la niña y de su esposo si no preparaba aquella botella antes de salir?
                Gloria hoy es mi amiga. Ella me conto esa historia que no es historia. El recuerdo de aquel día aun sigue vivo en cada paraguayo.......... ¿Y la justicia? Quedo con los ojos vendados, muda……

                Gracias Gloria por ser terca…. Y gracias por ser hoy mi amiga……… y para todos aquellos que no conocen el carrulín: es caña a la cual se le pone ruda y limón. Es una tradición paraguaya tomar un traguito el primer día de Agosto para ahuyentar los males; parecida a la tradición andina, en el día de la Pachamama.


Janina Bradler