Reflexiones al margen de los hechos
Leyendo
las publicaciones en las redes sociales acerca de los actuales tumultos en el
Brasil, me sorprende lo desatinadas que son ciertas personas que con su grito “Revolución”
concitan a las masas. Los que aguijonean con refranes, santo y seña, son
generalmente aquellos que están bien acomodados y muchas veces hasta muy
alejados de los hechos o quizás hasta están viviendo en otros países.
Si bien
es una cruda realidad de que tanto en ese país, como en tantos otros en el
mundo entero, la educación, la salud y el bienestar social sufren un tremendo
déficit, también es una realidad que sediciones de esta índole muchas veces
tienen un trasfondo netamente político. Y, sin querer presumir o hacerme de la
entendida, en la mayoría de los casos el sufrimiento de un pueblo es
aprovechado para alcanzar un objetivo que nada tiene que ver con mejorar
específicamente la insatisfacción de la
nación; pero aquellos que claman por justicia y mejoras, se sienten apoyados
por algún movimiento, alguna corriente política y pronto se suman los
necesitados y humillados. Triste es que también se suman los agitadores, los
ignorantes y los oportunistas que a veces ni siquiera saben el porqué de la
protesta; son simplemente simpatizantes del alboroto, holgazanes que se hacen
pasar por defensores de los débiles.
Y esas
masas furibundas, casi enajenadas son tratadas, por fuerza mayor, como
criminales porque lastimosamente se comportan como tales. Cunde el pánico, el
vandalismo y el saqueo. Esto ya no tiene nada que ver con la idea principal que
movilizo a un sector de un pueblo en el principio. Y aquellos que tienen la
palabra revolución en la punta de la lengua, bueno, yo diría que se la traguen.
¿Cuánta sangre fue derramada en todo el mundo y a lo largo de la historia de la
humanidad? ¿Cuánto sufrimiento generaron las revoluciones sangrientas que
siempre surgieron a raíz del descontento de un pueblo? Y siempre fue el pueblo
que pagaba el tributo. Un tributo alto. Y una secesión de todo aquello que representa
a un pueblo sano y fuerte. Y esto a veces por muchos años.
Con
respecto a las protestas en Brasil yo pregunto: Y por acaso, esa oportunidad
que tiene ese país en ser el anfitrión de dos de los eventos deportivos más
importantes del mundo, ¿No traerá beneficios a grandes sectores de la población?
Por ejemplo las grandes empresas constructoras y en consecuencia una demanda
importante de mano de obra; la hotelería y el turismo, la gastronomía por
nombrar algunas. Aparte de que infraestructuras como estas, que son necesarias
para eventos de tamaña envergadura, no acaban con los juegos. Siguen allí.
Pero, como dije anteriormente, es una opinión mía. No quiero politizar, ni
acusar. Simplemente pregunto.
Y
recuerdo un hecho que ocurrió hace unos años en el condominio donde vivo. En un
momento dado se presento una gran oportunidad: La Copa Davis se llevaría a cabo
en nuestra comunidad. Eso
implicaba grandes cambios en la infraestructura a nivel del club, la hotelería,
la seguridad etc. Sin embargo ese sueño se trunco por culpa de algunas personas
que, sin visión del futuro, alegaron un sinfín de reparos y contras; en primer lugar: el gasto y la
seguridad. Y la mayoría, sin pensar, indagar o informarse, se ciñeron a la
misma puntuación. Pero, ¡oh sorpresa! Aquellos gastos tan temidos como también
la implantación de un sistema sofisticado de seguridad ya estaban elaborados y
subvencionados en su totalidad por grandes empresas del mercado local. Las
lamentaciones póstumas no cambiaron la realidad: La Copa Davis se jugó en otro
país y sobró la conmiseración propia. Ojala no le ocurra algo semejante al
vecino país.
Y para
finalizar, una última pregunta y quizás la de mayor trascendencia: ¿Cómo es
posible, que en un país como el Brasil, cuna de grandes astros en el firmamento
deportivo, patrocinador por excelencia de todo tipo de deportes y ejemplo
destacado en hospitalidad y atención al turista, el pueblo se levanta en contra
de aquello que mundialmente es un privilegio febrilmente anhelado por tantas
naciones?
Joana
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