Oda a las aves del Paraguay
De las riberas del Ypoá
se elevan las garzas
surcando el cielo
bóveda celeste, guaraní.
Lejano suena
el canto sutil
de los hijos del sol,
Kuarahy-Mimbi.
El Ipequí
el Tuyuyú,
con airosas zancadas
cruzan arrogantes
las altas gramillas
que orillan
el agua;
desde la costa del chaparro boscaje
el Ipacaá canta,
entona sus coplas,
anunciando
chubascos.
Sorteando las hojas del
camalotal
Aguapé-hasô
detiene su andar
para encontrar
entre verdes hojas
un yatyta,
suculento manjar.
Desde una rama
Se lanza al agua
cual una flecha tornasolada
y con furor,
Martín Pescador.
Chajá, Garza Mora,
el Yabirú;
todos habitan esteros
y lagunas,
mientras en los montes
profundos, oscuros,
el Jaku guasu
y el Tatapuá,
dividen el suelo
boscoso terreno,
con el Muitú.
Canta a lo lejos
con melancolía
el Guayrapu,
y entre los chaqueños matorrales
corre Ñandú,
y el Ynambú.
El cuervillo en las cañadas
Viudita blanca, las Golondrinas
y los Cardenales
con su trinar,
son integrantes
primordiales
de esta sinfónica aviar.
En los lugares
donde al crepúsculo
canta melódico
el Corochiré,
lo reemplaza
en noche profunda
el Guaymingue.
Y en medio suena,
igual a una pena,
la canción afligida del
Urutaú.
Al borde selvoso
de los caminos callados
donde
posa silencioso
el Yvyja’u,
entre el ramaje
espeso y frondoso
va de cacería
el Ñacurutú.
Cuando amanece,
y ya adormece
en su tacurú
el Caburé,
se estremecen
las avecillas
en las campiñas:
El Bendito sea
y Yeruti
cantan, solfean,
trinan
y volotea
en redor de las flores
el Mainumby.
Gua’ases y loros
con gran alboroto
trepan, parlotean,
invaden los bosques
buscando semillas
de Naranja Hay.
Anó y Piririta
ruidosos Gorriones,
el TeroTero
la mansa paloma,
la ratonera
y el Pitogüé,
forman parte
del vivaz plumaje
de todas las aves;
trabaja el hornero
canta el Chiricó.
Navegan
cruzando
el azur de los cielos,
allá en lo alto
los Yryvu.
Y muy silencioso
aventurado y
azaroso
surca el aire
el Taguató.
Janina Bradler
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