Alegoría al Bicentenario

Alegoría al Bicentenario
Alegoria al Bicentenario: Grito de la libertad
"De medico y loco, todos tenemos un poco" Tal vez, de artista también. Al menos hoy en día, cuando es tan fácil acceder a cursos, materiales, etc. Y la verdad, dando una vueltita por las paginas de nuestros diarios, encontramos siempre alguna propuesta para visitar galerías, exposiciones individuales, colectivas, y nombres nuevos que surgen. Algunos quedan, otros desaparecen. Hace casi 20 años que me dedico a la pintura al oleo. Participe de algunas exposiciones, hice una individual, hace dos años, y bueno, ahora me decidí a entrar a ese mundo fascinante de los "bloggers". Mis motivos favoritos son los caballos y los paisajes, tanto del Paraguay, como también de otros lugares. De a poquito compartiré con ustedes mis obras. Siempre trato de que mis cuadros cuenten alguna historia, o sea, que no sean meramente decorativos.Quiero darle al espectador la posibilidad de adentrarse en un paisaje, sentir el sol caliente nuestro que se refleja en caminos arenosos,la sombra refrescante que brinda un viejo árbol al costado de un sendero en un campo abierto. Así que, : BIENVENIDOS A MI MUNDO

lunes, 5 de diciembre de 2011

Impresiones


 LA HERMOSURA SALVAJE DE LA MONTAÑA


La aurora desciende las cuestas, envolviendo los grandes faldeos con tenues velos  de seda en rosa y dorado. Este juego de luces contrasta con el verdemar de los valles y el azul-violeta de las hendeduras montañosas. Las cimas de los cerros nevados se sonrojan y los cristales de hielo reflejan los rayos del sol como un diamante biselado. El aire gélido parece detener el aliento y trémulas nubecillas, casi transparentes se elevan de sus lechos caliginosos desde los valles.
         El sol esplendoroso recorre con sus rayos gualdos pendientes rocosas, cuestas áridas y llanuras desiertas. El río cantarín, incansablemente lleva su cargamento de agua, -linfa preciada y valiosa-  hacia los valles. Desde su lecho pedregoso, devuelve el saludo solar con rociadas olas. En lo alto, un cóndor majestuoso despliega sus alas, confiando su vida al curso cambiante de las corrientes del viento. Los cerros ofrecen a ese hijo suyo sus salientes y aristas donde posa cual soberano absoluto de la Gran Cordillera. Todo el paisaje está inundado de luz pero la placidez callada es ilusoria y engañosa.
Lo cerros iluminados guardan en las quebradas umbrías, secretos milenarios.
 Misteriosas almas, vestidas con velos sombríos, habitan los faldeos y bailan al compás de los gélidos silbidos del viento. Forman rondas vigilantes y con sus gemidos cuentan la historia de aquellos que en tiempos remotos recorrieron estos caminos. Orgullosas estirpes, contendientes de los cóndores, reducidas por la mano de conquistadores a tristes piltrafas humanas, esclavizadas y mutiladas. Pueblan la cordillera, cuesta arriba, cuesta abajo, saliendo a los caminos serpenteantes tan sólo en la oscuridad de la noche o cuando las Altas Cumbres se visten con densas capas de obscuros nubarrones ahuyentando hasta al más acérrimo haz de luz que atreve acercarse.
 Temen al sol, aquel sol que antes representaba a sus dioses. Están buscando venganza; y el que busca venganza, evita y rehúye la luz. 
 La cordillera comprende el dolor; toma revancha para compensar a sus hijos, satisfacer la sed de justicia, y se levanta amenazante, intimidando a quien osa no respetarla. Ruge, tiembla, estremeciéndose desde el fondo de su alma montañosa y ataca con avalanchas de nieve y piedras; o desorienta al viajero, suspendiendo pesadas cortinas de niebla y de lluvia blanca sin importar si es verano o invierno, primavera u otoño. 
La Cordillera no es linda, no es bonita, no es suave, aunque envuelta en delicadas nubes sonrosadas se presente apacible y acogedora. Y hasta a veces como una defensora y guardiana de los valles. Pero cuando los fantasmas sueltan su ira, la montaña enseña su rostro verdadero: una hermosura indómita y salvaje. 
Joana

sábado, 3 de diciembre de 2011

En las Rutas de mi Pais

(Fotografía de Internet)


CURIOSOS E INDISCRETOS: ¡VIVA LA COTILLA!



“La curiosidad mató al gato”, se dice. Ignoro al momento el origen de tal afirmación, pero, de que la curiosidad ya mató a mucha gente es un hecho consumado.
A la altura del kilómetro 23 de la Ruta Internacional Nº VII, un ómnibus de larga distancia se desvió del camino. Ahora, tumbado con sus pasajeros desafortunados, el motor da su último rugido. No pasó nada grave. Afortunadamente, un pequeño barranco y una laguna panda acogieron al colectivo casi delicadamente, por así decirlo. Una vez que los pasajeros, el chofer y el guarda comprueban que no están lastimados seriamente y que esta vez fue sólo un susto, bajan del vehículo; algunos ya se ríen y hacen comentarios jocosos.
Mientras tanto, a ambos lados de la Ruta Internacional, se formó una fila interminable de gente curiosa. Descienden de sus vehículos. Algunos dejan la puerta de su auto, camioneta o camión, abierta, el motor en marcha, y se acercan corriendo al lugar del accidente. Ahora a una fila llega otro colectivo, y por supuesto, también para. Una avalancha humana inunda la ruta y en pocos minutos tenemos el mejor de los congestionamientos del día: estos atascos a los cuales ya deberíamos estar tan acostumbrados.
Esta vez, los curiosos están chasqueados. No hay heridos, mucho menos algún muerto. Pero por lo menos lograron interrumpir el tránsito por contados minutos. Ya los primeros bocinazos  surgen desde la cola de cada fila, aumentando a un concierto estrépito en segundos. Aquellos que no pueden ver lo que pasó más al frente experimentan la sensación de suspenso y alivian su frustración arremetiendo la bocina.
¿O será que realmente alguien se detuvo con la seria intención de ayudar? Lo dudo mucho. Si ocurre un accidente lamentable, algo que lastimosamente nuestras rutas cobran a diario, la curiosidad morbosa de la gente aumenta inevitablemente lo crítico de la situación. Aglomerados alrededor de algún pobre infeliz que yace dislocado, bañado en sangre en el asfalto, imposibilitan al máximo cualquier ayuda que podría socorrer a aquel prójimo. Y los vehículos, abandonados por los fisgones,  bloquean la ruta por kilómetros. Como nadie tuvo la precaución de encender las luces intermitentes, en minutos se produce el obligatorio choque en serie. Embiste uno, le sigue el otro y el tercero o cuarto a veces se cobra la vida del ocupante del segundo, que quedó apretado dentro de su auto transformado en un bandoneón.



¡Vaya! Qué suerte esta para nuestros curiosos. Otro espectáculo más que agita el día. Y ya llegó la prensa. Con un poco de suerte, en el noticiero de las 8, saldrán en primera plana. Hombres, mujeres y niños corren excitados hacia las cámaras. Los más pequeños saltando como ranas, anhelando  ser por lo menos por un día los protagonistas. Nadie les enseñó que la máxima que rige en situaciones de accidentes es:

DETENERSE SÓLO SI SE PUEDE AYUDAR O DE LO CONTRARIO, AVISAR A QUIEN CORRESPONDA.

Y nunca está demás, mientras seguimos nuestro camino, orar en silencio. Por los involucrados y por uno mismo. Al final, muchos de nosotros estamos expuestos día a día al peligro de las rutas.

Joana